top of page
Buscar

Cuando el Reto se transforma en Maestría


Supe que tenía que hacer algo.

El enojo, la frustración y el miedo no eran emociones pasajeras, se habían instalado en mí. 

No tenía paz. Mi mente buscaba respuestas: ¿qué podía llevar a una persona joven, sana y con una vida estable a tener el cuerpo destruido de esa forma? Quería comprenderlo, descubrir la raíz de lo que estaba viviendo.


La cirugía en mi cadera izquierda salió bien, la recuperación fue rápida, pero esa sensación de alivio era superficial.

Todo el proceso se sentía como una curita puesta sobre una herida que aún sangraba. 


Necesitaba ir más profundo. Quería saber qué había debajo, qué me estaba perdiendo, por qué y para qué me estaba pasando esto.


La segunda cadera y el peso de los años

Como era de esperar, después de un tiempo, el dolor apareció en mi cadera derecha, que había soportado el peso de mi cuerpo durante dos décadas. 

Sabía que este desenlace era común en quienes tienen una prótesis en una cadera: la otra termina necesitando lo mismo.

Pero no estaba lista para rendirme. 

Hice TODO lo humanamente posible para sanar esa cadera. Todo lo que había aprendido, estudiado, integrado, enseñado y absorbido a lo largo de los años lo puse a mi servicio.


A pesar de mi esfuerzo, no había cartílago que regenerar. 

Acepté la realidad de mi cuerpo, pero algo más estaba sucediendo. 


Mi fuerza, mi energía, mi intención, y todo lo que yo era, estaba en sincronía trabajando hacia un propósito mucho más profundo.


El viaje hacia el interior

Sin darme cuenta, esta situación física me llevó a enfrentar mis heridas emocionales más profundas. 

Mi cuerpo guardaba memorias de abandono, de soledad, de desvalida, de momentos oscuros que nunca había permitido salir a la luz.

Día tras día, me dejé guiar por lo que la vida me ponía delante: las técnicas que enseñaba, los cursos, los retiros, los aprendizajes con mis alumnos. 

Cada paso me llevaba más adentro.

Y un día, sucedió. 

Como una iluminación, todo cobró sentido. Acepté mi dolor, mi historia, mis emociones, incluso las partes de mí que había rechazado durante años. 

Entendí que mi madre, mi pasado y mis sombras no eran enemigos, sino maestros.


El poder de aceptar

Aceptar mi historia fue un acto de amor profundo hacia mí misma. Dejé de resistirme. Sentí más empatía por mí, por los demás y por la vida. 

Mis meditaciones se hicieron más largas, mis abrazos hacia mi dolor se volvieron sinceros. Aprendí a amar mi cuerpo tal como era, con sus limitaciones, su dolor y su historia.

Esa aceptación transformó todo. La vida empezó a sentirse diferente desde adentro. 

Mi relación conmigo misma cambió, y con ello, la forma en que experimentaba mi historia. Comprendí que era yo quien debía tomar responsabilidad por mi situación y trabajar desde adentro hacia afuera.


Cuando supe que era hora

Finalmente, entendí que necesitaba una segunda cirugía. Pero esta vez, algo era distinto. Por primera vez, no sentí miedo ni resistencia. Supe, desde lo más profundo de mi alma, “que había sanado aquello que me enfermó“.

Había confrontado los momentos más oscuros de mi vida, los había aceptado y transformado. 

Algo en mí dijo: “Ya es hora, ya estás lista. Entrégate por completo y recibirás tu salud de regreso.”

Ese día, me entregué con confianza al cirujano, sabiendo que ya no había nada que me atara al pasado. 

Lo que antes era un proceso lleno de miedo y dudas, ahora se sentía como un renacimiento.

La salud que viene desde adentro.


Hoy, miro atrás y sé que ese viaje, aunque doloroso, fue necesario. 

Me enseñó lo que significa aceptar, amar y confiar en mí misma. 

Mi historia es prueba de que el cuerpo guarda lo que el alma no puede procesar, pero también de que, cuando trabajamos desde adentro, es posible encontrar una salud integral.


Si algo de lo que has leído resuena contigo, quiero que sepas que siempre hay un camino. 

Un camino que empieza cuando dejas de luchar contra lo que te pasa y empiezas a abrazarlo. 

La sanación, la paz y la plenitud están más cerca de lo que imaginas: dentro de ti.


Hoy miro mi vida con gratitud y sé que este viaje, aunque desafiante, me transformó de maneras que jamás imaginé.

Aprendí que el dolor no solo nos quiebra, también nos reconstruye si dejamos que nos guíe hacia nuestra verdad más profunda.


Pero esta historia no termina aquí. Porque aceptar y sanar es solo el comienzo. La vida sigue presentando retos, y con cada uno, hay más oportunidades para aprender, crecer y compartir.


En mi próximo blog, te contaré cómo transformé estas experiencias en herramientas prácticas que uso cada día para vivir en paz, con energía y plenitud. Porque lo que aprendí no solo cambió mi vida, sino que puede cambiar la tuya también.


¿Qué harías si descubrieras que el poder para sanar y transformar tu vida ha estado dentro de ti todo este tiempo?

Te lo contaré en la próxima entrada. ¡Nos vemos pronto!



ree

 
 
 

Comentarios


bottom of page